En pleno vuelo

Es curioso que durante el tiempo de espera para el despegue de un avión me entre tanto sueño, y cuando por fin estoy en el aire me espabile tanto. Hago un intento inútil por dormir un poco, “al menos lo intenté”, le digo a mi encefalograma, pero no puedo resistir la tentación de coger un cuaderno y apuntar el torrente de ideas que empiezan a venir a la cabeza.

Respiro hondo, cojo el boli y escribo con mala letra ideas alocadas para mis próximas charlas sobre energía. Inmersa en mi propio mar, me pesca de golpe el señor de detrás que no para de toser…que alguien le dé un vaso de agua por favoooor. La chica de delante saca un bollo de la mochila, o un hojaldre salado, soy incapaz de identificarlo mareada por el olor intenso a mantequilla y pan de gasolinera. No soy quien para decirle nada a esa chica, pero me da una pena horrible imaginarme su mucosa gástrica ahora mismo. Ya veo que es muy fácil desconcentrarse sólo con los olores, todo son reacciones químicas en mi cuerpo.

En fin, volviendo a lo mío, ahora que la parejita de al lado se ha dormido acurrucada, me viene el pensamiento a la cabeza de cuánto voy a poder aguantar sin ir al baño, ya que estoy en la ventana y he bebido dos tés antes de embarcar. Está bien, no voy a pensarlo ahora, sigo con mi tormenta de ideas y ya veré luego si les salto.

Miro por la ventana, trago saliva y soplo por las orejas, se me empezaban a taponar un poco los oídos. Menos mal que nadie me mira. Desafío la gravedad sobre una espuma blanca cada vez más densa, iluminada por un sol que calienta de forma generosa mi hombro derecho. Flotar a cámara lenta me hace recordar que hay dos partes de mí ahora mismo en la tierra, mis pequeñas maestras, dos hijas que me conectan con el mayor sentido que puedo darle a mi vida. Me parece increíble que sean ellas, que estén ahí… y yo aquí arriba cual pájaro libre. Cómo te entiendo, papá.

De repente me acuerdo de muchas personas importantes para mí, porque me hacen vibrar de alguna manera especial cada día. Me los imagino a todos en sus quehaceres del día, probablemente sin haber parado un segundo a mirar este cielo en calma que hoy nos rodea.

Hablando de comida, que es lo mío, amenaza acercarse el carrito de los bocadillos. Cuánto tiempo llevará esa miga con levadura envuelta en plástico? A quién le habrá tocado el trabajo de meter en tiempo récord la hoja de lechuga entre la mayonesa y el fiambre? Es la hora del destape, el sonido de las latas de refrescos interrumpen el ritmo monótono del motor. Por suerte, y porque ya no me pilla el toro más, me traje mi propio bocata de casa. Más bien para cuando termine el vuelo, siendo honesta no tengo apetito, bastante tienen mis órganos ya con adaptarse a la altitud.

Vuelvo a meterme dentro del cuaderno, con el impulso de revivir situaciones en las que he podido cometer atentados contra mi propia energía y recordar las técnicas más eficaces de recuperación para compartirlas. Porque sé que sin energía no soy yo, y porque veo alarmada a mi alrededor réplicas de mí hace unos años, cuando todavía no entendía los distintos niveles de nutrición que hoy me devuelven la vida.
Soy capaz de nutrir mis células de distinta manera, libre de decidir el combustible que me alimenta y por tanto, decido que sea de buena calidad, que le dé el trabajo justo a mi aparato digestivo, y mucho placer a mis sentidos. Recreo situaciones cotidianas en las que veo que se engulle sin conciencia y anoto las consecuencias para poderlas atajar. Observar a mi alrededor me ayuda a entender. En pleno vuelo sueño con recuperar algunas recetas de siempre para el alma, y hago trazos de recetas nuevas para el estómago y el corazón. Anoto mis recetas una tras otra, deseosas de ser compartidas.

Se recolocó en su respaldo la parejita, ahora creo que les salto para ir al baño. Ay no! Ya no… “tripulación a bordo, listos para aterrizar”. Se me pasó el tiempo volando… 😉

RECETAS NATURALES, CASERAS Y SANAS PARA LOS VIAJES

Será por bocadillos…

– Panes de masa madre con harina integral de trigo sarraceno y semillas, rellenos de:
o Paté de garbanzos con comino, zanahoria rallanada, espinacas y rabanitos.
o Paté de berenjenas con huevo cocido.
o Paté de tofu con alcaparras, kale crujiente y tomate cherry.

– Wraps de trigo sarraceno rellenos de:
o Salmón ahumado natural (sin azúcar) con rúcula, pepino, alcaparras, limón y eneldo fresco.
o Caballa en aceite de oliva virgen ecológico con rodajas de tomate y aceitunas negras sin hueso
o Pesto de albahaca con champiñones, langostinos y espárragos trigueros.

– Wraps de hoja de col o lechuga rellenos de:
o Pollo de corral con manzana, escarola y mayonesa de anacardos.
o Arroz basmati con bacalao y piñones

– Bolitas de arroz integral y alga nori (también en formato burrito). Una vez cocido el arroz integral, hago bolitas con las manos y les introduzco dentro una pizca de crema de Umeboshi, o trocitos de pepino, rabanitos, aguacate y/o atún. Envuelvo con un trozo de alga nori humedecida para que se quede pegada en el arroz.

Para el viaje de vuelta más ideas.

Comparte en redes sociales:

Entradas recientes