Para los picos mañaneros

Hay una gran diferencia entre empezar el día con un café y una tostada, o hacerlo con un combustible de alta gama, o dicho de otra manera, condenar nuestra jornada a los inevitables picos energéticos durante la mañana, o darle al organismo energía sostenible durante horas, evitando así que las tripas aúllen a las 11:30 am y logrando un mayor rendimiento mental.

Parece más apetecible la segunda opción, desde luego…

El café tiene efecto estimulante, diurético y purgativo, pero es un crédito con comisiones altas. Cada vez que uno toma café, le quita energía al cuerpo para llenar la cabeza con ella. Se exalta el sistema nervioso, y se produce un desgaste de riñón, corazón y la sangre. Es un alimento que acidifica la sangre, por lo que es conveniente reducir su consumo y probar bebidas con efecto alcalinizante y sin teína, como es el caso de los tés japoneses de más de 3 años, Kukicha o Bancha.

La tostada dependerá mucho del tipo de harina utilizada, cuanto más blanca y refinada sea, más rápida será su absorción. No tendrá el mismo efecto un pan de molde de harina de trigo, donde además se añaden azúcares y levaduras químicas, que un pan de espelta o centeno, semillas y levadura madre. Naturalmente, con el segundo pan obtendremos nutrientes esenciales de mayor calidad que con el primero, y la energía resultante se notará más tiempo. Con qué se toma esa tostada (aceite, mantequilla, huevos, jamón, mermelada, etc.), también es importante a la hora de valorar el efecto energético, y por supuesto de qué tipo de persona se trata. No todos necesitamos lo mismo para activarnos.

Lo que está claro desde un punto de vista energético, es que la opción más interesante para pasar una mañana sin altibajos, es la de los cereales integrales, refiriéndome con ello a la avena, o cremas de cereales hechas en casa con  arroz integral, mijo, trigo sarraceno o quinoa (al estilo de un “arroz con leche y canela” clásico, añadiendo semillas y frutos secos).

La avena por ejemplo, fue durante siglos la base de la alimentación de pueblos irlandeses o escoceses reconocidos por su vigorosidad. Es un cereal ideal para el invierno porque ayuda a calentar el cuerpo, refuerza el bazo, tonifica la energía y armoniza el estómago.

La avena es especialmente interesante para mantener en buen estado la flora intestinal, depurar el organismo y regular el colesterol. Ayuda a controlar los niveles de azúcar, y gracias al magnesio, las proteínas, las vitaminas del grupo B, y el alcaloide Avenina con efecto sedante, favorece al sistema nervioso en caso de ansiedad, nerviosismo, insomnio, problemas de memoria, hiperactividad, etc. Además, previene el hipotiroidismo, ya que contiene yodo, mineral que hace funcionar de forma correcta la tiroides.

Es cierto que existe cierta controversia sobre  la avena, debido a que se encuentra, junto con el trigo, la cebada y el centeno, entre los cereales que han sufrido mayores transformaciones genéticas en la agricultura durante los últimos años, haciendo  que la estructura química de estos cereales se altere, de forma que nuestras enzimas digestivas no han tenido tiempo de adaptarse a estos cambios y no pueden metabolizar las proteínas de estos cereales. Sin embargo la avena “pura”, cuando no está contaminada por la presencia de otros cereales (en la cosecha, el transporte, el almacenamiento y el tratamiento de los cereales) se considera libre de gluten y transformaciones genéticas.

Es un cereal polivalente, se puede usar en sopas, en cremas de desayuno tipo “ british porridge”, copos para empanar, etc. Hay quien no se lleva muy bien con las texturas blandas de los porridge, o quien directamente prefiere desayunar al llegar a la oficina. Por eso, en el boletín de esta semana os dejo una receta casera muy sencilla de galletas de avena, una práctica y eficiente “solución energética de bolsillo”, para llevar al trabajo.

Probad y me contáis. 🙂

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