Mi relación con el azúcar

Vengo de una generación que merendaba pan con chocolate o galletas María, me daban miel con limón si me dolía la garganta y en los cumpleaños hacíamos tartas; sí, es verdad, todas estas cosas, igual que las natillas o los deliciosos bizcochos caseros de mi madre llevaban azúcar. Pero también, vengo de una generación que pasaba todas las tardes jugando a rescates y escondites, al tenis, hacía ballet, atletismo… , comía lo que me ponían en la mesa de primero y de segundo, y sobretodo, tomaba a diario una gran variedad de platos caseros cocinados a fuego lento, con los ingredientes que tocaban en cada momento del año.

No sabía entonces lo que era estar quieta, no conocía el término de comida rápida, las pizzas eran una sofistificación para ocasiones especiales en buenos restaurantes italianos, y mucho menos me podía imaginar que unas pequeñas cajas de cartón rellenas de palabrejas como excipientes, aditivos, edulcorantes, potenciadores de sabor, etc., calentadas con ondas, pudieran sustituir a una de las comidas de mi madre. Y tampoco soy tan mayor, ojo… que parece que estoy hablando de la prehistoria y esto ocurría hace sólo unas décadas.

No hay mayor verdad demostrada que el consumo de azúcar continuado tiene efectos nocivos para la salud, ni mayor escándalo que el uso abusivo que se hace del mismo en la industria alimentaria. Los datos publicados por la OMS en relación a la salud y el consumo de azúcar son alarmantes:

  • Enfermedades como la diabetes, candidiasis, hipertensión, incluso cáncer… están directamente relacionados con un alto consumo de azúcar, además de grasas saturadas.
  • En una dieta equilibrada, se contempla que el 50-60% esté compuesta por hidratos de carbono, de los cuales no deberían superar el 10% los azúcares simples. Tras numerosas entrevistas que he realizado a familias interesadas en un cambio de hábitos, compruebo que los azúcares simples superan con creces lo recomendado, bien en forma de alimentos industriales que lo llevan incorporado, bien porque no hay hábito suficiente de consumo de hidratos de absorción lenta (como es el caso de los cereales integrales, tipo arroz, espelta, centeno, mijo, quinoa…) y resto de alimentos que componen una dieta equilibrada.

Las consecuencias son inevitables: flora intestinal débil, hongos, caries, picos de insulina en sangre, inestabilidad, cambios de humor, falta de memoria, dependencia de alimentos de efectos extremos en el organismo (cuanto más azúcar mayor es el círculo vicioso con dulces y salados intensos, como embutidos industriales, carnes rojas, harinas, huevos, queso…)…

Mi reflexión va más allá de los números, porque creo que comer de todo no debe ser entendido por comer cualquier cosa, esa es la creencia popular equivocada, la expresión tiene que ver con llevar una dieta variada en la que no falten los nutrientes esenciales, que repasando vienen a ser: hidratos de carbono de absorción lenta, proteínas de alto valor biológico, grasas insaturadas, vitaminas, minerales y fibra. Y sí, un menú en el que haya representación de todos los nutrientes en cantidades moderadas, en función de la persona, es mucho más interesante a nivel nutricional que un solo plato abundante de pasta sin nada más. Del mismo modo que la variedad es importante, la calidad, naturalidad y vitalidad de los alimentos elegidos son cruciales para asegurar una microbiota saludable y un organismo limpio y eficiente en todas sus funciones.

Y ante la preocupación de esta invasión imparable de azúcares en la alimentación moderna, es posible dar en los mercados con alternativas que endulzan artificialmente los productos (sacarinas) o de una forma más natural y moderada, a base de siropes de cereales, frutas, hortalizas, hojas de stevia, etc. Yo misma los utilizo en mis postres caseros en lugar de azúcar, porque considero que tienen un efecto mucho más moderado para mi salud y la de mi familia. No obstante, la conclusión a la que llego después de años de observación y estudio del efecto que tienen los distintos alimentos en las personas, tiene que ver mucho más con el conjunto de hábitos de vida en general, y no tanto con los gramos de miel que le pongo en las tostadas a mis hijas por las mañanas.

Me preocupa la desconexión tan grande que tienen las nuevas generaciones con su cuerpo, el exceso de información confusa sobre nutrición y la calidad tan baja de los menús que se preparan en muchos hogares para funcionar en sus vidas.

Comida limpia, mente clara y cuerpo activo. Si a esto le añadimos sentido común, entonces es cuando creo que se puede empezar a hablar de una nutrición adecuada para el organismo.

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